jueves, 17 de enero de 2008

A vueltas con el himno!

Pensé en escribir algo acerca del ridículo espantoso que están haciendo con el tema del himno español, pero como suele ocurrir cuando voy a escribir sobre un tema tan recurrente, hay alguien que ya lo ha hecho, muy probablemente, mucho mejor de lo que yo lo haría, así que ni me molesto y reproduzco un artículo del que fue mi profesor de sociología de los movimientos sociales en la Universidad de La Laguna.

EL VACILÓN DEL HIMNO

¡Chacho! Justo ahora que tenía pensado pedir la nacionalidad española van y ponen una redacción de 6º de EGB como letra del himno. No se lo cree nadie, ni siquiera el español más recalcitrante. Eso es lo peor, que no se lo creen ni ellos. El sondeo que han hecho las radios y las televisiones ha sido desolador. Desolador para los más ultras y un vacilón para el resto de ciudadanos y tertulieros. Pena daban algunos sevillanos que se empeñaban en hacerlo gracioso, pero ni eso. Un himno gracioso es extraño. A lo mejor, el error está en pensar que con una canción diferente la gente pudiera comenzar a creerse lo de España. Pero me temo que el problema es de fondo y algo muy serio para algunos. De ahí que solicitar a los chiquillos que hagan una propuesta identitaria al conjunto de los españoles que quedan parezca trivial en exceso. Quizás lo sea la idea misma de España, quizás ya es tarde para practicar la himnosis.
Yo no siento especial gusto por los himnos, las formas no son lo mío. Pero hombre, con las dudas, por no llamarlo descalabro, de la identidad española, plantear un concurso de redacción para un himno es un suicidio. Si me aceptan un consejo amable: esperen. Generen un consenso sobre la idea de España, dejen que se vayan todos los que no desean ser españoles, ilegalicen al PP, confeccionen otro mapa, reescriban su historia, pidan disculpas; en fin, hagan algo, pero no me convoquen una concurso de redacción ¡Faltaba más! ¡Hombre por favor!
La popularidad y querencia de un himno es un hecho fortuito. Contextos y razones incontroladas y absolutamente imprevistas, popularizan melodías y letras que sirven de referente a una comunidad que, con el tiempo, será nacional, social o un club de fútbol. Entonces el himno sonará natural, será de todos, pero sólo entonces. Por eso es mejor no preocuparse por tenerlo, ya saldrá si tiene que salir. Aunque tengan razones para estar nerviosos, no se apuren, no se desesperen, que la identidad de un pueblo no depende de una canción. Si la propuesta identitaria españolista del medievo ha provocado más deserciones que adhesiones, tendrán que inventarse otra, o suavizarla. Claro que tampoco la idea de una España progresista parece resonar en la piel de toro, parece de laboratorio. Simplemente, porque cuando ha tenido visos de existir, la propia españolidad la ha masacrado. Una identidad que ha sido sinónimo de chulería castrense y prepotencia, de desprecio a la diferencia y de curas, de horteras galas de verano en Murcia y de escenas de matrimonio en plena calle, siempre generará disidencias. Cantarle a eso es muy fuerte, y la gastronomía por sí sola no hace más dignos a los pueblos.
Con el himno de Canarias pasa lo mismo: no se lo cree nadie. No lo ha cantado el pueblo en una casualidad histórica. Nuestra canción y nuestro día, simplemente, están por llegar. Mientras, podríamos ensayar con La Marsellesa o con La Internacional. Los de antes, ¡eso sí eran himnos!



Les enlazo también el artículo Rústico tecno-bereber, muy recomendable.

martes, 15 de enero de 2008

La educación en España

Con la publicación de los resultados del informe Pisa hace unos meses, era inevitable que se recrudeciera el eterno debate sobre las bondades o perversidades de la Logse. Es un debate de sobra conocido, que los que además vivimos en la frontera del cambio de un sistema a otro, hemos mantenido en numerosas ocasiones, y demasiadas veces sin profundizar más de lo que lo hacemos cuando hablamos, de un penalti mal pitado, en el bar de la esquina.
En mis, no pocas, conversaciones con compañeros y amigos sobre el tema, he de decir, que pocos compartían mi postura al respecto.
El sistema logse, con sus innegables inconvenientes, es un sistema educativo mucho mejor que su antecesor. Y aunque tiene numerosas deficiencias, no es menos cierto que buena parte de ellas se derivan de la negativa de ciertos sectores por asumir las responsabilidades que el nuevo sistema les atribuye.
Topicazos como "Es que los niños ya no repiten, suspendan las que suspendan" han sido látigo de un sistema que desde un principio se encontró con el rechazo del sector más conservador, y que con el tiempo hasta los mas "progres" han decidido darle la espalda.
Importantes avances, como la extensión de la educación obligatoria para todos hasta los 16, son obviados en favor de argumentos del tipo "es que se le ha perdido el respeto al profesor".

En el sistema educativo anterior, a los 14 años (13 algunos) se producía la selección darwiniana. El que "valía" para estudiar, o sus padres tenían dinero para costearlo, entraba en el instituto a hacer B.U.P (el que se haya criado en cualquier barrio humilde sabrá que eso eran palabras mayores). El que no, se pasaba de los 14 a los 16, con suerte, trabajando ilegalmente en cualquier obra o taller (recordemos que en España la edad legal para poder trabajar son los 16 años) y si no esperando en el parque del barrio a que alguien llegara para echar un partidillo.
Siempre es más fácil para un profesor lidiar con un grupo de privilegiados, que tener que estar aguantando a chicos potencialmente más problemáticos, máxime cuando a esas edades, probablemente, muchos le saquen una cabeza. Ni que decir tiene que al "estudiantito" de turno tampoco le será cómodo tener que estar aguantando las perrerías del que se sienta al final de la clase.
Sin embargo no encuentro ningún razonamiento lógico y mucho menos moral, para que el sistema educativo se exima de ofrecerles una educación con garantías.
Enlazo el artículo de José Saturnino Martínez en El País, a mi juicio muy recomendable.
 
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